Adiccionesxavierchiribogamaya

El abuso de substancias psicoactivas ha sido un problema existente desde los inicios de la humanidad; se drogaban incas, chinos, romanos, griegos, egipcios y sumerios.

Sin embargo, este problema se ha agudizado de forma alarmante en estos últimos tiempos. Hoy por hoy la toxicomanía constituye uno de los principales problemas de salud pública y social del mundo.

Se han estudiado las diversas causas y consecuencias de esta enfermedad y también se han intentado numerosos tratamientos para la rehabilitación del drogodependiente cuyo éxito ha sido muy relativo.

Nuestras investigaciones y trabajo con pacientes adictos nos han llevado a entender a la enfermedad como un problema del inconsciente; es un problema de impulsividad, es un problema de las emociones. Esto es, de la parte más primitiva del cerebro.

Esta visión de la drogadicción como un problema emocional con base fisiológica en el sistema cortical es aceptada casi universalmente.

A este problema emocional llamado drogadicción, se lo ha tratado de manejar desde varios puntos de vista: médicos, psiquiátricos, psicológicos, sociales, espirituales, e interdisciplinariamente; sin encontrar un derrotero claro que permita dar un mejor pronóstico al enfermo adicto.

Esta “lucha” entre lo lógico y lo emocional, entre lo ético y lo instintivo, entre lo apolíneo y lo dionisiaco, ha sido el tema principal y la razón de ser de toda filosofía y teología con autoridad.

Considero a la adicción como una “lucha”, en contraposición con el concepto del adicto “vicioso”, ya que en la fase crónica, el enfermo adicto tiene la patología y sus implicaciones personales y sociales a pesar de su voluntad.

Como el camino para vencer en esta lucha de la voluntad y crear un equilibrio entre las potencias del alma humana, con un predominio cualitativo de lo lógico; los griegos desarrollaron, el concepto de la razón; los estoicos romanos dieron mayor énfasis a la ética y al poder de la virtud; el cristianismo retoma la filosofía griega y hebrea y nos habla de la conversión del pecador y la gracia de Dios.

Siempre el propósito de la filosofía y de la religión ha sido romper las cadenas de la materialidad representada por el deseo, el egoísmo, los apetitos y emociones básicas. La drogadicción viene a representar la máxima expresión de estas cadenas de lo irracional, de estas cadenas del deseo y de lo material.

Por ello, nuestro sistema terapéutico se basa en el desarrollo ético y filosófico del paciente sin abandonar los métodos médicos, psicológicos y vivenciales vigentes en la actualidad.